miércoles, 19 de febrero de 2014

Público



Todos las etapas históricas tienen sus cosas buenas y malas. Diferenciarlas es clave para nuestro progreso. 
De la etapa más triste del siglo XX me quedo con el hecho de que hasta los más rancios tenían claro que ciertos servicios tenían que ser gestionados según el interés público y no según intereses privados mal llamados "eficiencia".
Que ciertas empresas debían ser un referente en cuanto a condiciones laborales, y no en cuanto a esclavitud.





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