miércoles, 29 de enero de 2014

Italia según Traveler.es




"" EL GUSTO POR LA TRADICIÓN:
En una de sus maravillosas contradicciones, Italia adora la modernidad, el último grito, lo más trendy, y a la vez venera y mantiene los oficios tradicionales. Sobreviven con lozanía los artesanos, las empresas familiares, el amor por las tradiciones y las cosas bien hechas, desde en un panificciohasta en un taller de guantes. Será que en realidad ambas cosas no son una contradicción.




LA IMAGINACIÓN:
 
Son capaces de levantar la cúpula del Duomo de Florencia y también de rodar el final de Milagro en MilánEl país sigue funcionando aunque caigan los gobiernos y se desmoronen los partidos. Adoran la cultura, tienen un patrimonio artístico de los más importantes del mundo -sino el que más- y logran que no les condicione a la hora de seguir avanzando. Definitivamente, hay algo en el carácter italiano sentimental y fantasioso.





EL DISEÑO:
Decir “diseño” y que te asome “italiano” a la lengua es un poco como decir “marco” y que aparezca “incomparable”. Se lo han ganado. Muebles, coches, moda, elegancia e imaginación. Amor por el detalle y las cosas bien hechas en blancas oficinas ultramodernas llenas de gente con gafas de colores y trajes cortados a mano.""


Artículo completo:   20 motivos para dejarlo todo e irte a Italia







lunes, 27 de enero de 2014

El PSOE y la izquierda.



Soy militante de las Juventudes Socialistas de España porque creo que hay dos modos de cambiar la realidad: una desde el día a día de la calle y de nuestras vidas, y otro a través de la política y las instituciones.

A través de la política he considerado, no sé si bien o mal, que el mejor modo es a través de esta organización, y por tanto del PSOE. El partido, que aunque a muchos no les guste admitirlo, ha modernizado España en sus muchos y esenciales años de gobierno. El partido que ha desarrollado en leyes todos los principios sociales que contiene nuestra ambigua Constitución. El único partido que ha sido capaz de hacer frente a la derecha ganándole, sin pegar tiros y en urnas, en los últimos cuarenta años. El único partido que puede, a día de hoy, hacerle frente a lo más rancio de España. Ahora y en el futuro.


 

Pero pese a ello soy consciente de que no es un partido perfecto,que hay todavía mucho que trabajar por mejorarlo, que hay demasiados sinvergüenzas y trepas entre sus filas, y que todavía tiene que ser más democrático. Y que como todos los partidos con poder está todavía muy expuesto -demasiado expuesto- a la corrupción, a los parásitos, y al poder empresarial. Aunque cuidado, no todo dentro de él es malo como algunos nos quieren hacer ver, y eso bien lo sabemos todos. No hagamos de los defectos un todo.

Y también soy consciente que muchas personas, tan demócratas y de izquierdas como yo, prefieren militar en otro partido antes que en éste. Yo creo que están equivocadas (o igual el equivocado soy yo obviamente). Pese a esto, a estas personas, siempre y cuando sean racionales, de izquierdas y demócratas, nunca las pondré consideran enemigas políticas. Y quien las considere enemigas podrá ser militante del PSOE, sí. Pero nunca podrá ser socialista.




(Buona notte)













martes, 14 de enero de 2014

Javier Marías



"" Yo ya no sé si, entre el grueso de la población, muchos se acuerdan de cómo nos regimos, ni de por qué. Cuando se decide convivir en comunidad y en paz, se produce, tácitamente o no, lo que suele conocerse como “contrato o pacto social”. No es cuestión de remontarse aquí a Hobbes ni a Locke ni a Rousseau, menos aún a los sofistas griegos. Se trata de ver y recordar a qué hemos renunciado voluntariamente cada uno, y a cambio de qué. Los ciudadanos deponen parte de su libertad de acción individual; abjuran de la ley del más fuerte, que nos llevaría a miniguerras constantes y particulares, o incluso colectivas; se abstienen de la acumulación indiscriminada de bienes basada en el mero poder de adquirirlos y en el abuso de éste; evitan el monopolio y el oligopolio; se dotan de leyes que ponen límites a las ansias de riqueza de unos pocos que empobrecen al conjunto y ahondan las desigualdades. Se comprometen a una serie de deberes, a refrenarse, a no avasallar, a respetar a las minorías y a los más desafortunados. Se desprenden de buena parte de sus ganancias legítimas y la entregan, en forma de impuestos, al Estado, representado transitoriamente por cada Gobierno elegido (hablamos, claro está, de regímenes democráticos). Por supuesto, dejan de lado su afán de venganza y depositan en los jueces la tarea de impartir justicia, de castigar los crímenes y delitos del tipo que sean: los asesinatos y las violaciones, pero también las estafas, el latrocinio, la malversación del dinero público e incluso el despilfarro injustificado.


A cambio de todo esto, a cambio de organizarse delegando en el Estado –es decir, en el Gobierno de turno–, éste se compromete a otorgar a los ciudadanos una serie de libertades y derechos, protección y justicia. Más concretamente, en nuestros tiempos y sociedades, educación y sanidad públicas, Ejército y policía públicos, jueces imparciales e independientes del poder político, libertad de opinión, de expresión y de prensa, libertad religiosa (también para ser ateo). Nuestro Estado acuerda no ser totalitario ni despótico, no intervenir en todos los órdenes y aspectos ni regularlos todos, no inmiscuirse en la vida privada de las personas ni en sus decisiones; pero también –es un equilibrio delicado– poner barreras a la capacidad de dominación de los más ricos y fuertes, impedir que el poder efectivo se concentre en unas pocas manos, o que quien posee un imperio mediático sea también Primer Ministro, como ha sucedido durante años con Berlusconi en Italia. Son sólo unos pocos ejemplos.


Lo cierto es que nuestro actual Gobierno del PP y de Rajoy, en sólo dos años, ha hecho trizas el contrato social. Si se privatizan la sanidad y la educación (con escaso disimulo), y resulta que el dinero destinado por la población a eso no va a parar a eso, sino que ésta debe pagar dos o tres veces sus tratamientos y medicinas, así como abonar unas tasas universitarias prohibitivas; si se tiende a privatizar el Ejército y la policía, y nos van a poder detener vigilantes de empresas privadas que no obedecerán al Gobierno, sino a sus jefes; si el Estado obliga a dar a luz a una criatura con malformaciones tan graves que la condenarán a una existencia de sufrimiento y de costosísima asistencia médica permanente, pero al mismo tiempo se desentiende de esa criatura en cuanto haya nacido (la “ayuda a los dependientes” se acabó con la llegada de Rajoy y Montoro); es decir, va a “proteger” al feto pero no al niño ni al adulto en que aquél se convertirá con el tiempo; si las carreteras están abandonadas; si se suben los impuestos sin cesar, directos e indirectos, y los salarios se congelan o bajan; si los bancos rescatados con el dinero de todos niegan los créditos a las pequeñas y medianas empresas; si además la Fiscalía Anticorrupción debería cambiar de una vez su nombre y llamarse Procorrupción, y los fiscales y jueces obedecen cada día más a los gobernantes, y no hay casi corrupto ni ladrón político castigado; si se nos coarta el derecho a la protesta y la crítica y se nos multa demencialmente por ejercerlo …


Llega un momento en el que no queda razón alguna para que los ciudadanos sigamos cumpliendo nuestra parte del pacto o contrato. Si el Estado es “adelgazado” –esto es, privatizado–, ¿por qué he de pagarle un sueldo al Presidente del Gobierno, y de ahí para abajo? ¿Por qué he de obedecer a unos vigilantes privados con los que yo no he firmado acuerdo? ¿Por qué unos soldados mercenarios habrían de acatar órdenes del Rey, máximo jefe del Ejército? ¿Por qué he de pagar impuestos a quien ha incumplido su parte del trato y no me proporciona, a cambio de ellos, ni sanidad ni educación ni investigación ni cultura ni seguridad directa ni carreteras en buen estado ni justicia justa, que son el motivo por el que se los he entregado? ¿Por qué este Gobierno delega o vende sus competencias al sector privado y a la vez me pone mil trabas para crear una empresa? ¿Por qué me prohíbe cada vez más cosas, si es “liberal”, según proclama? ¿Por qué me aumenta los impuestos a voluntad, si desiste de sus obligaciones? ¿Por qué cercena mis derechos e incrementa mis deberes, si tiene como política hacer continua dejación de sus funciones? ¿Por qué pretende ser “Estado” si lo que quiere es cargárselo? Hemos llegado a un punto en el que la “desobediencia civil” (otro viejo concepto que demasiados ignoran, quizá habrá que hablar de él otro día) está justificada. Si este Gobierno ha roto el contrato social, y la baraja, los ciudadanos no tenemos por qué respetarlo, ni que intentar seguir jugando. ""