martes, 25 de febrero de 2014

Che fai sospirà


Y a veces, al cerrar los ojos, qué dificil resulta pensar que mañana cuando los abra no voy a ver las calles empedradas de Roma.

Que no voy a ver sus fachadas de color amarillo y salmón cubiertas de enredaderas, sus contras de madera. Que no voy a respirar su contaminación, su caos, su sol, su color, su olor a aceite de oliva, su elegancia, su idioma. Que no voy a pasar por delante del Colosseo, como quien pasa por delante de algo que ya forma parte de uno mismo.

Que no voy a desayunar un capuccino mientras leo La Repubblica. Que no voy a esquivar, justo antes de mi muerte, un autobús destartalado mientras un carabinieri que parece salido de una película de los 60's le grita "aoh non vedi!!?". Que no voy a escuchar la voz del metro diciendo "San Giovanni, uscita lato destro"

Que no podré dedicarme a contar Cinquecentos, Alfas, a tomar café que sabe a café, a ver italianas comiendo helados que saben a fruta fresca. Que no podré dedicarme a pasear sin rumbo por las calles con más historia del planeta tierra, a pasmar delante de obras cumbre del barroco mundial.

Que no voy a estar junto las ruinas, que aun hoy, son el centro del mundo.

Dicen que a Roma no la hemos elegido, que ella nos eligió a nosotros. Lo único cierto es que si no tienes idea de volver más veces, nunca vayas por vez primera allí, porque si vas, tendrás que volver.


 

Buona notte.









miércoles, 19 de febrero de 2014

Público



Todos las etapas históricas tienen sus cosas buenas y malas. Diferenciarlas es clave para nuestro progreso. 
De la etapa más triste del siglo XX me quedo con el hecho de que hasta los más rancios tenían claro que ciertos servicios tenían que ser gestionados según el interés público y no según intereses privados mal llamados "eficiencia".
Que ciertas empresas debían ser un referente en cuanto a condiciones laborales, y no en cuanto a esclavitud.